Cumpliendo los treinta años de la primera publicación de esta teoría sobre la conquista de los cántabros y astures por Augusto entre los años 26-25 a.C. El autor se aparta en absoluto de las otras corrientes de investigación conocidas en la historia, desde los tiempos de Mariana hasta los más recientes de Syme y Schulten. Se ha de reconocer que el tema presenta una dificultad extraordinaria debido a la parquedad de los datos históricos transmitidos. Además, estos mismos datos, que son desde luego topónimos, ofrecen especiales problemas de interpretación porque, o bien han desaparecido o han evolucionado profundamente al cabo de veinte siglos. La dedicación del autor a este punto de nuestra historia antigua se ha prolongado por más de treinta años. Y se ha basado en un trabajo interdisciplinar: de las fuentes históricas, la toponimia comprendida y, no menos importante, el trabajo de campo correspondiente. Después de una tarea tan prolongada y comprensiva, el autor se muestra persuadido del acierto de su teoría.